A un mes de tu partida.
Hasta luego, mi viejo. Te fuiste en una lluviosa tarde de mayo. Tu partida fue absolutamente inesperada para todos, principalmente para mí. Tan solo el día anterior te escuché cantar alegremente -como siempre lo hacías-, incluso, diste unos jocosos pasos de baile, con los que bromeé y reímos. También pudiste saciar tus antojos de comer merey (¡Eras muy antojoso!) y estabas planeando lo que haríamos la semana siguiente, entre otras cosas, comer pescado frito en el restaurant de mi primo. Así eras papi. Siempre te caracterizó tu buen ánimo, tus planes, tu alegría, tu fuerza de voluntad. Parecías invencible. Personalmente creí que tu paso por la tierra sería mucho más longevo, pues realmente nada parecía doblegarte. Jamás te enfermabas y eras muy activo. Recuerdo que siempre nos decías que “no te arropabas con la enfermedad”, y fue verdad, viejo, me consta de qué manera disfrutaste tu vida, pero siempre dedicado a tu familia. Pude ver a través de los años como te dabas to